Nacido el 17 de Mayo de 1962, en Pereira, Colombia, Juan Carlos Salazar Sierra se ha desempeñado como escultor a lo largo de toda su vida, dando prioridad a la escultura en madera y en piedra.
A sus 27 años de edad, Juan Salazar viaja a la ciudad de Nueva York, en los Estados Unidos y es allí donde logra destacar su talento para la escultura arquitectónica en piedra. Comienza trabajando para la catedral de “Saint Jhon The Divine” en Manhattan, y de allí logra llevar su trabajo a importantes edificios de la ciudad como The Jewish Museum y The Coca Cola Building, así como a otras ciudades de los Estados Unidos como New Haven, Connecticut en Yale University el Palacio de Bellas Artes de la Carnegie-Mellon, en Pittsburgh, Pennsylvania.; y la Casa Blanca en Washington, DC.
Además de su trabajo como escultor, también se ha destacado en el área de la poesía, la pintura, el dibujo y las construcciones anacrónicas.
A sus 27 años de edad, Juan Salazar viaja a la ciudad de Nueva York, en los Estados Unidos y es allí donde logra destacar su talento para la escultura arquitectónica en piedra. Comienza trabajando para la catedral de “Saint Jhon The Divine” en Manhattan, y de allí logra llevar su trabajo a importantes edificios de la ciudad como The Jewish Museum y The Coca Cola Building, así como a otras ciudades de los Estados Unidos como New Haven, Connecticut en Yale University el Palacio de Bellas Artes de la Carnegie-Mellon, en Pittsburgh, Pennsylvania.; y la Casa Blanca en Washington, DC.
Además de su trabajo como escultor, también se ha destacado en el área de la poesía, la pintura, el dibujo y las construcciones anacrónicas.
En el año de 1999, regresa a su ciudad natal en la que reside actualmente, en el año 2004 fue seleccionado en representación de Colombia para participar en el Primer Simposio Internacional de Escultura Monumental en la ciudad de El Alto, Bolivia.
“Puerto para el Sol”
Dínamos del encuentro: La obra ritual
“Utensilio, talismán, símbolo: la belleza era el aura del objeto, la consecuencia- casi siempre involuntaria – de la relación secreta entre su hechura y su sentido”
Octavio Paz.
Ante lo que se impone con un grueso telón de oscurantismo súper informado, la chacana (cruz Andina) se propone. Una larga estela de luz extasiada de energía, atrae buenos y gratificantes frutos. La chacana extiende su perfilada influencia sobre la piedra rosa, rosa la madera y acaricia con delicadeza los seres vivos y los lugares de la tierra para que florezcan.
Año 4, mes diez y siete días en el tercer milenio, durante el cuarto día a las 4: 17
Pensaría en todo lo que esta implicado en los tiempos de ización de la obra, también que fue extensa la contabilidad de cada uno de aquellos por menores que cargaron de sentido al nuevo objeto. Pero sobre todo al momento (monumento) que facilito el proceso. De todas maneras notamos una grata correspondencia tanto en el día como en el mes, que sumados nos dieron los minutos; y sin que sea casualidad, la hora corresponde con el año.
Un puerto para el sol es el resultado de unos tiempos innominados que fuimos desglosando con juiciosa antelación, tratando de implicar mas influencias en el proceso, y sin pensarlo, una forma de bitácora cosmogónica, dictada de alguna forma, por la otredad que pervive (persiste), y que solo de esa manera nos reordenó en sus propios laberintos de tiempo entretejido, asignando a cada uno: el destino . La gran urdimbre del cosmos guarda un cierto parecido con estos re-cuentos (recuerdos), así cualquier tiempo inmediato o por venir, se tramará bellamente, brevemente con el pasado. El entramado que se aprecia después de aquel puerto (predestinado), nos permite una convicción de seis toneladas y cinco metros de altura que de alguna manera nos reordeno el destino a los que, desde el comienzo, nos atrevimos a creer en semejantes medidas, pero sobre todo en el descabellado propósito de hacerle un puerto al sol, pues desde lo más alto (profundo), nos permitió re-crearnos en las muchas sensaciones que nuestros ancestros digitaron en las piedras hace tanto, y que solo apenas logramos percibir en este tiempo, tal ves superamos la mera representación pues pudimos e superar nuestras antiguas limitaciones con ese vértigo maravilloso de la rebeldía, hacia nuestro propio destino , tan impredecible a veces.
Nuestros ancestros ya placen en otros modos de estar en este mundo y aún ensartan cuentas preciosas del tiempo incaico que ahora nos deslumbra. Sus sombras se prolongan tanto como el majestuoso espectro de las piedras cuando barren misteriosamente los caminos del ande (se dice de los caminantes del espíritu andante que se purifica y trasciende en el camino).
El legado que seguramente dejará nuestro paso por este instante de labor en el Alto, será menos si consideramos el tiempo y las accidentadas circunstancias que llevaron a buen termino… al proyecto, y por que no, a buen puerto el sol y nuestras persepciones.
Pensar en lo intangible que serán estas cavilaciones cuando alcancen futuro, la nada populosa de sentidos, le dará a nuestras piedras esa calidad y calidez de huella abastecida siempre por un propósito tan firme como aquellas seis vertebrales que constituyeron los pilares de un convencimiento. Me refiero a unas florescencias de peso y densidad por ahora inciertas que seguramente serán reveladoras para otras conciencias en el futuro, cuando se intente abastecer de sentido este tiempo, el vacío cautivador que se aprecia en el breve espacio del portal, se antoja comparable al vacío que existe entre cada estrella o entre cada pie cuando caminamos , y así como el firmamento, estos lugares tomaran forma en los lugares inimaginables e inmanentes que tejen de alguna manera nuestra conciencia. Esa es la huella, toda una proporción al vació de la primitiva expresión ya inoperante, comprimida en el tiempo y en su hechura. Así la presencia sobrecogedora de algún monolito de proporciones a escalas descomunales nos permiten lecturas que adhieren con naturalidad a aquella proporción sagrada que con rigor somete a todo objeto en armonía con la naturaleza. Su vitalidad primigenia, su bastedad y sus enigmas aún siguen horadando nuestra curiosidad para abastecer de sentido nuestra existencia cuando les acariciamos con estupor y un agradecimiento infinito.
“el árbol sagrado, la piedra sagrada no son adorados como piedra o árbol; son adorados precisamente por que son hierofanias que muestran algo mas que ya no es piedra ni árbol, sino lo sagrado, lo ganz andere (lo totalmente otro) “Mircea Eliade, the sacred and the profane, Nueva York y Londres, 1959,pp11-12.
Intentar sacralizar un objeto en este tiempo, resultaría algo carente de sentido común, eso lo contaran las cosas “en los legendarios tiempos del mañana”. Solo entonces su voz será más serena y firme, mas pausada aún.
Las cosas, como cuerpos simbólicos distinguen vacíos abastecidos de conciencia, dejan el ser que las levanto de la nada hacia las estrellas y desde su encantadora simplificación o monumentalidad, tal cosa percibe y pervive en otras esferas de influencia que aún nos quedan intactas en el espíritu, por su profundidad, y que de alguna manera nos remiten a la plenitud del gozo o el poder cuando acariciamos con sentido un objeto, sobre todo si lo creaste.
La escultura nos prepara al extraño encanto de lo que aún no podemos medir… si tan solo con una caricia, ella, puede bruñir en nosotros el lugar más nuevo al tacto, ahí la proporción sagrada, el umbral simbólico de Π(pi) como un absoluto estético, invocando otredades y develando la cavidad del tiempo que se aferra inexorablemente a los objetos y cuenta una historia en otras formas, con otros gestos de elaboración nobles y exquisitos en términos de volumen (aprehensión). De esta manera la escultura nos redime como especie en lo venidero, perpetuando una influencia cierta, hacia el mañana siempre tan desmedidamente incierto.
Las ciudades de ahora dan incógnitas vueltas en la conciencia que promueve la inconciencia colectiva, son extrañas, y algunas más posibles, se propagan febriles, y casi felices y con furia inquietante, hacia los límites que esa misma inquietud, semejante a la nuestra y a nuestra furia, nos depara. Ellas imponen su naturaleza fractal que sintetiza la florescencia de los solsticios en el ser biológico a través del cual se cierne la continuidad de cada rallo. La observancia sin devaneos ni afanes sobre sus calles luminosas y emblemáticas, nos acarrean una serie casi infinita de sensaciones que ya en la noche, revientan de amplitud luminiscente; y temerosos, las aceptamos en gozosa vigilia.
Cae la noche en el altiplano y la poderosa influencia solar se retira para darle paso a la luz de la luna, recóndita, misteriosa, ya reverbera en los perfiles divinizados de la piedra comanche y las doradas mejillas de aquellos pueblos del pasado que pesan libremente sobre su tierra en equilibrio. Pasarán los años sobre esta tierra y su población, que estoy seguro determinará buena parte del futuro de un continente mágico y enigmático.
Dínamos del encuentro: La obra ritual
“Utensilio, talismán, símbolo: la belleza era el aura del objeto, la consecuencia- casi siempre involuntaria – de la relación secreta entre su hechura y su sentido”
Octavio Paz.
Ante lo que se impone con un grueso telón de oscurantismo súper informado, la chacana (cruz Andina) se propone. Una larga estela de luz extasiada de energía, atrae buenos y gratificantes frutos. La chacana extiende su perfilada influencia sobre la piedra rosa, rosa la madera y acaricia con delicadeza los seres vivos y los lugares de la tierra para que florezcan.
Año 4, mes diez y siete días en el tercer milenio, durante el cuarto día a las 4: 17
Pensaría en todo lo que esta implicado en los tiempos de ización de la obra, también que fue extensa la contabilidad de cada uno de aquellos por menores que cargaron de sentido al nuevo objeto. Pero sobre todo al momento (monumento) que facilito el proceso. De todas maneras notamos una grata correspondencia tanto en el día como en el mes, que sumados nos dieron los minutos; y sin que sea casualidad, la hora corresponde con el año.
Un puerto para el sol es el resultado de unos tiempos innominados que fuimos desglosando con juiciosa antelación, tratando de implicar mas influencias en el proceso, y sin pensarlo, una forma de bitácora cosmogónica, dictada de alguna forma, por la otredad que pervive (persiste), y que solo de esa manera nos reordenó en sus propios laberintos de tiempo entretejido, asignando a cada uno: el destino . La gran urdimbre del cosmos guarda un cierto parecido con estos re-cuentos (recuerdos), así cualquier tiempo inmediato o por venir, se tramará bellamente, brevemente con el pasado. El entramado que se aprecia después de aquel puerto (predestinado), nos permite una convicción de seis toneladas y cinco metros de altura que de alguna manera nos reordeno el destino a los que, desde el comienzo, nos atrevimos a creer en semejantes medidas, pero sobre todo en el descabellado propósito de hacerle un puerto al sol, pues desde lo más alto (profundo), nos permitió re-crearnos en las muchas sensaciones que nuestros ancestros digitaron en las piedras hace tanto, y que solo apenas logramos percibir en este tiempo, tal ves superamos la mera representación pues pudimos e superar nuestras antiguas limitaciones con ese vértigo maravilloso de la rebeldía, hacia nuestro propio destino , tan impredecible a veces.
Nuestros ancestros ya placen en otros modos de estar en este mundo y aún ensartan cuentas preciosas del tiempo incaico que ahora nos deslumbra. Sus sombras se prolongan tanto como el majestuoso espectro de las piedras cuando barren misteriosamente los caminos del ande (se dice de los caminantes del espíritu andante que se purifica y trasciende en el camino).
El legado que seguramente dejará nuestro paso por este instante de labor en el Alto, será menos si consideramos el tiempo y las accidentadas circunstancias que llevaron a buen termino… al proyecto, y por que no, a buen puerto el sol y nuestras persepciones.
Pensar en lo intangible que serán estas cavilaciones cuando alcancen futuro, la nada populosa de sentidos, le dará a nuestras piedras esa calidad y calidez de huella abastecida siempre por un propósito tan firme como aquellas seis vertebrales que constituyeron los pilares de un convencimiento. Me refiero a unas florescencias de peso y densidad por ahora inciertas que seguramente serán reveladoras para otras conciencias en el futuro, cuando se intente abastecer de sentido este tiempo, el vacío cautivador que se aprecia en el breve espacio del portal, se antoja comparable al vacío que existe entre cada estrella o entre cada pie cuando caminamos , y así como el firmamento, estos lugares tomaran forma en los lugares inimaginables e inmanentes que tejen de alguna manera nuestra conciencia. Esa es la huella, toda una proporción al vació de la primitiva expresión ya inoperante, comprimida en el tiempo y en su hechura. Así la presencia sobrecogedora de algún monolito de proporciones a escalas descomunales nos permiten lecturas que adhieren con naturalidad a aquella proporción sagrada que con rigor somete a todo objeto en armonía con la naturaleza. Su vitalidad primigenia, su bastedad y sus enigmas aún siguen horadando nuestra curiosidad para abastecer de sentido nuestra existencia cuando les acariciamos con estupor y un agradecimiento infinito.
“el árbol sagrado, la piedra sagrada no son adorados como piedra o árbol; son adorados precisamente por que son hierofanias que muestran algo mas que ya no es piedra ni árbol, sino lo sagrado, lo ganz andere (lo totalmente otro) “Mircea Eliade, the sacred and the profane, Nueva York y Londres, 1959,pp11-12.
Intentar sacralizar un objeto en este tiempo, resultaría algo carente de sentido común, eso lo contaran las cosas “en los legendarios tiempos del mañana”. Solo entonces su voz será más serena y firme, mas pausada aún.
Las cosas, como cuerpos simbólicos distinguen vacíos abastecidos de conciencia, dejan el ser que las levanto de la nada hacia las estrellas y desde su encantadora simplificación o monumentalidad, tal cosa percibe y pervive en otras esferas de influencia que aún nos quedan intactas en el espíritu, por su profundidad, y que de alguna manera nos remiten a la plenitud del gozo o el poder cuando acariciamos con sentido un objeto, sobre todo si lo creaste.
La escultura nos prepara al extraño encanto de lo que aún no podemos medir… si tan solo con una caricia, ella, puede bruñir en nosotros el lugar más nuevo al tacto, ahí la proporción sagrada, el umbral simbólico de Π(pi) como un absoluto estético, invocando otredades y develando la cavidad del tiempo que se aferra inexorablemente a los objetos y cuenta una historia en otras formas, con otros gestos de elaboración nobles y exquisitos en términos de volumen (aprehensión). De esta manera la escultura nos redime como especie en lo venidero, perpetuando una influencia cierta, hacia el mañana siempre tan desmedidamente incierto.
Las ciudades de ahora dan incógnitas vueltas en la conciencia que promueve la inconciencia colectiva, son extrañas, y algunas más posibles, se propagan febriles, y casi felices y con furia inquietante, hacia los límites que esa misma inquietud, semejante a la nuestra y a nuestra furia, nos depara. Ellas imponen su naturaleza fractal que sintetiza la florescencia de los solsticios en el ser biológico a través del cual se cierne la continuidad de cada rallo. La observancia sin devaneos ni afanes sobre sus calles luminosas y emblemáticas, nos acarrean una serie casi infinita de sensaciones que ya en la noche, revientan de amplitud luminiscente; y temerosos, las aceptamos en gozosa vigilia.
Cae la noche en el altiplano y la poderosa influencia solar se retira para darle paso a la luz de la luna, recóndita, misteriosa, ya reverbera en los perfiles divinizados de la piedra comanche y las doradas mejillas de aquellos pueblos del pasado que pesan libremente sobre su tierra en equilibrio. Pasarán los años sobre esta tierra y su población, que estoy seguro determinará buena parte del futuro de un continente mágico y enigmático.
Juan Salazar ha liderado varios colectivos de artistas y movimientos culturales; como Puerta 10 en Nueva York, colectivo vanguardista al Este de Manhattan y diferentes tomas culturales para rescatar edificios de interés patrimonial en su ciudad natal.